Revista Personae

«Es útil todo aquello que ayuda a hacernos mejores»: Nuccio Ordine

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Hay libros de pequeño formato –12.5 centímetros de ancho por 19 de alto–, y con escasas 171 páginas cuyo contenido vale como si fueran varios volúmenes enciclopédicos, que obligan al lector a reflexionar profundamente párrafo tras párrafo. Es el caso del librito (en el mejor de los sentidos), del profesor de literatura italiana en la Universidad de Calabria, Nuccio Ordine (Diamante, 1958), La utilidad de lo inútil. Manifiesto, Editorial Acantilado, Barcelona, 2013 (vigésima edición), del que ya hice un primer comentario en el número anterior de Personae. Me quedaron tantas ideas en el tintero que era imposible no continuarlas en la edición correspondiente a este mes.

En este sentido, tengo que hacerle segunda a Jordi Llavina, del periódico La Vanguardia, de Barcelona: «Háganme caso: lean a Nuccio Ordine», y a Fernando Rodríguez Lafuente del madrileño ABC: «Un bálsamo para tiempos de crisis. Una corriente de aire. Un respiro». O como dijo el siempre bien recordado –fallecido apenas el mes de febrero último en Cambridge, Reino Unido–, George Steiner (Neully-Sur-Seine, Francia, 1929), el libro de Ordine «es una pequeña obra maestra de la originalidad y la claridad». En fin, Roberto Saviano, el italiano autor de Gomorra, dijo de La utilidad de lo inútil: «Un libro necesario… una guía en esta vida adentellada por la crisis, por el ansía de eficiencia, por las quiebras».

 

La utilidad de lo inútil

 

En los tiempos de la pandemia del coronavirus –que algunos charlatanes populistas afirman que les cayó «como anillo al dedo»–, ya no quisiera leer y escribir más sobre este contagio. Ya cansa, desespera que las 24 horas del día todo mundo gira alrededor del mismo tema. Como nunca, el gobierno federal ha abusado de los canales oficiales y del tiempo legal para hacerse propaganda sobre su «estupenda» forma de enfrentar el problema. El canal 11 del Politécnico y el 22 los ha convertido en sus «canales del desagüe». Desde el amanecer hasta el anochecer dichos canales hacen burda propaganda del gobierno de la 4Transformación. Las «mañaneras» y las giras del tabasqueño por todo el país consumen mucho tiempo del otrora serio Canal 11 y del Canal 22, que ya tenía cierto prestigio.

Nunca antes –ni en los tiempos de mayor poder del PRI, ni durante los dos sexenios del PAN en Los Pinos, incluyendo el mandato del guanajuatense Vicente Fox Quesada, el  único presidente mexicano por cuyas venas no corría, ni corre una sola gota de sangre mexicana–, se había abusado tanto, por parte del titular del Poder Ejecutivo, de estos canales culturales. Nunca. Ahora, en apenas 18 meses ambos medios televisivos están hechos papilla. Lo siento por mi condiscípulo universitario, el tlaxcalteca José Antonio Álvarez Lima, actual director del Canal 11. El tabasqueño acabó con la finca y con los mangos. ¡Lástima! Esperemos que pronto se descubra la vacuna contra el Covid-19 y pasemos a otra historia. ¡Ojalá y el Canal 11 vuelva por sus cauces culturales, lejos de la 4Transformación! Hasta que encontremos «la utilidad de lo inútil», Nuccio Ordine dixit.

Al toro –recuerdo cuando mi amigo Toño Álvarez, de Ciencias Políticas en la UNAM, nos invitaba a acompañarlo a una tienta de vaquillas en algunas ganaderías de Tlaxcala, pues sus aficiones taurinas eran claras–; nos transportábamos en el automóvil de otro condiscípulo, el inolvidable Gabriel Leyva Lodigiani, fallecido prematuramente, hijo del legendario general Gabriel Leyva Velázquez, a la sazón Gobernador de Sinaloa. El vehículo era un pesado armatoste marca Studebaker, amarillo, de cuatro puertas, que se caracterizaba por detenerse en la carretera a Puebla, casi siempre por falta de gasolina. ¡Tiempos que jamás volverán! Volvamos con el libro de Nuccio Ordine: «… considero útil todo aquello que nos ayuda a hacernos mejores». Creo que nuestras aventuras tlaxcaltecas eran útiles porque por lo menos uno de nosotros daba salida natural a su verdadera vocación, aunque jamás se vestiría de luces en un ruedo formal. Tampoco cumpliría la amenaza del torero español, Manuel Benítez, «El cordobés», a su hermana Angelita: «O te compro una casa, o vestirás luto por mí», frase que haría inmortal mi otro amigo, el novelista francés Dominique Lapierre –que, junto con su compañero de pluma, el estadounidense Larry Collins–, escribieron el libro O te vestirás de luto, traducido a varios idiomas. Toño Álvarez Lima (La Perica), nunca sería la gran figura taurina, pero sí gobernador de su patria chica, así como diputado federal y embajador de México en Colombia, entre otros cargos. Esperemos que la 4T no lo «transforme» demasiado.

 

 

La primera cita que hace Nuccio en la introducción de su libro, la toma de los Ejercicios espirituales y filosofía antigua, del filósofo e historiador francés Pierre Hadot (1922-2010), que dice: «Y es precisamente tarea de la filosofía/ el revelar a los hombres la utilidad de lo inútil/ o si se quiere, enseñarles a diferenciar/ entre dos sentidos diferentes de la palabra utilidad«.

Y aclara Ordine: «El oxímoron evocado por el título La utilidad de lo inútil merece una aclaración. La paradójica utilidad a la que me refiero no es la misma en cuyo nombre se consideran inútiles los saberes humanísticos y, más en general, todos los saberes que no producen beneficios. En una acepción muy distinta y mucho más amplia, he querido poner en el centro de mis reflexiones la idea de utilidad de aquellos saberes cuyo valor esencial es del todo ajeno a cualquier finalidad utilitarista».

En tales circunstancias, Ordine explica: «Todo puede comprarse, es cierto. Desde los parlamentarios hasta los juicios, desde el poder hasta el éxito: todo tiene un precio. Pero no el conocimiento: el precio que debe pagarse por conocer es de una naturaleza muy distinta. Ni siquiera un cheque en blanco nos permitirá adquirir mecánicamente lo que solo puede ser fruto de un esfuerzo individual y una inagotable pasión. Nadie, en definitiva, podrá realizar el fatigoso recorrido que nos permitirá aprender. Sin grandes motivaciones interiores, el más prestigioso título adquirido con dinero no nos aportará ningún conocimiento verdadero ni propiciará ninguna auténtica metamorfosis del espíritu».

A menudo, nos dice, Ordine, «la grandeza se percibe mejor en las cosas más simples». «Si no se comprende la utilidad de lo inútil, la inutilidad de lo útil, no se comprende el arte, ha observado con razón Eugène Ionesco. Y no por azar, muchos años antes, Kakuzo Okakura, al describir el ritual del té, había reconocido en el placer de un hombre cogiendo una flor para regalarla a su amada el momento preciso en el que la especie humana se había elevado por encima de los animales: «Al percibir la sutil utilidad de lo inútil –refiere el escritor japonés en El libro del té–, (el hombre) entra en el reino del arte».

 

 

Asimismo, dice Nuccio, los verdaderos poetas saben bien que la poesía sólo puede cultivarse lejos del cálculo y la prisa. «Ser artista –confiesa Rainer María Rilke en un pasaje de las Cartas a un joven poeta–, quiere decir no calcular ni contar: madurar como el árbol, que no apremia a su savia, y se yergue confiado en las tormentas de primavera, sin miedo a que detrás pudiera no venir el verano». Los versos no se someten a la lógica de la precipitación y lo útil. Al contrario, a veces, como sugiere el Cyrano de Edmond Rostand en las frases finales de la pièce, lo inútil es necesario para hacer que cualquier cosa sea más bella:

¿Qué decís’ ¿Qué es inútil? Ya lo daba por hecho./

Pero nadie se bate para sacar provecho./

No, lo noble, lo hermoso es batirse por nada./

 

 

Algo semejante a aquello que le decía un amigo a otro que se resistía a entender el verdadero sentido de la amistad: «Mira, yo como amigo tengo muchos defectos,/ pero como enemigo soy perfecto». Y, por si no captaba el asunto, remachó: «Por canicas me quito la camisa, a la hora que sea». Lo único que no perdono es la traición. Eso sí es la verdadera inutilidad de lo útil.

Y, agrega Nuccio: «Tenemos necesidad de lo inútil como tenemos necesidad, para vivir, de las funciones vitales esenciales. «La poesía –nos recuerda una vez más Ionesco–, la necesidad de imaginar, de crear es tan fundamental como lo es respirar. Respirar es vivir y no evadir la vida».

En fin, dos psicoterapeutas, Miguel Benasayag y Gérard Schmit, nos sugieren que la «utilidad de lo inútil es la utilidad de la vida, de la creación, del amor, del deseo, porque lo «inútil produce lo que lo que nos resulta más útil, es lo que se crea sin atajos, sin ganar tiempo, al margen del espejismo forjado por la sociedad». Tal es la razón por la que el Premio Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa, al recibir su galardón afirmó acertadamente: «Un mundo sin literatura sería un mundo sin deseos ni ideales ni desacatos, un mundo de autómatas privados de lo que hace que el ser humano sea de veras humano: la capacidad de salir de sí mismo y mudarse en otro, en otros, modelados con la arcilla de nuestros sueños».

Hágame caso, lea a Nuccio Ordine. VALE.

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