Revista Personae

LA MUERTE DE JORGE EDWARDS VALDÉS:
PERSONA NON GRATA

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Si algo desespera es no encontrar un libro —en la parca acumulación de volúmenes que llamamos pretenciosamente “biblioteca”—,  que un día se compró, se leyó, y se anotó (en contra de las buenas costumbres que aconsejan no hacerlo), y sobre todo, si se trata de un título que realmente cumplió con su cometido: aclarar al lector el trasfondo y la realidad de la revolución cubana que tantas confusiones creó en infinidad de imberbes o barbados lectores que creyeron que ese movimiento guerrillero había traído al mundo la redención de un pueblo que hasta el momento sobrevive en medio de la pobreza y la represión de un gobierno dictatorial que continúa al frente de un país digno de mejor suerte.

 

El libro perdidizo se titula Persona non grata, el autor: Jorge Edwards Valdés, que falleció el viernes 17 de marzo, a los 91 años de edad, en su hogar en Madrid, España. El penúltimo representante del Boom latinoamericano, chileno de origen, dejó una larga obra que dignificó la literatura escrita en español. El último miembro vivo de ese movimiento literario es el peruano Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura y recipiendario también del Premio Cervantes —como Edwards—, con una extensa obra, que, como el chileno, tiene la nacionalidad española aparte de la original. Buscaba el libro para refrescar la memoria sobre lo escrito por Edwards sobre Fidel Castro Ruz y las consecuencias que eso le representó para el resto de su vida. Al no encontrarlo tuve que recurrir a la todavía funcional memoria, no tanto como la que poseía el autor de El origen del mundo (1996) que verdaderamente era sorprendente hasta los últimos días de su vida.

 

Jorge Edwards Valdés

 

Mi relación con Edwards la propició el cubanísimo escritor Guillermo Cabrera Infante, autor de Tres tristes tigres y La Habana para un infante difunto, entre muchos otros (Gibara, Cuba,1929-Londres, 2005), dos años mayor que Jorge (nacido en 1931 en Santiago de Chile). Resulta que en el tiempo que fui Coordinador de la Cadena García Valseca y director de los suplementos Culturales y de Libros de El Sol de México, el inolvidable periodista potosino Benjamín Wong Castañeda, a la sazón director de El Sol matutino, me ordenó entrevistar a todos los miembros del famoso Boom latinoamericano. Una gran oportunidad que me permitió establecer lazos incluso de amistad con algunos de esos grandes escritores. El primero fue Cabrera Infante que me relacionó con Edwards.

 

Mucho habría que escribir sobre el chileno diplomático, novelista, cuentista, ensayista y colaborador de periódicos y revistas, incluso mexicanas. El espacio no lo permite. Uno de sus títulos más relevantes fue precisamente Persona non grata, publicada en 1973, en el que escribió sin pelos en la lengua contra la ortodoxia de la revolución cubana y contra su principal dirigente, Fidel Castro Ruz, el mismo que en cuestión de tres meses declaró Persona non grata al embajador de Chile en La Habana, el propio Edwards Valdés que había sido enviado como representante personal nada menos que por el infortunado presidente Salvador Guillermo Allende Gossens. Cabe recalcar que uno de los episodios históricos que marcaron la vida del diplomático escritor, fue el triunfo del golpe militar en Chile, que lo convirtió en exiliado y perseguido, tanto por su proximidad con Pablo Neruda, como por su abierta oposición al dictador Augusto José Ramón Pinochet Ugarte. Desde joven, Edwards fue un personaje errante. Su muerte lo comprueba, murió en su domicilio en Madrid: en el barrio Villa de París, muy lejos de su Santiago de Chile.

 

Jorge Edwards Valdés

 

En 2018, con motivo de la publicación del segundo tomo de sus memorias, Esclavos de la consigna, el periódico madrileño ABC, lo entrevistó. Varias de las respuestas que el diplomático dio a Inés Martín Rodrigo, tienen plena validez para el público mexicano que en estos momentos se enfrenta a la arremetida del presidente Andrés Manuel López Obrador contra todos aquellos que no son de su partido o que simplemente piensan diferente a él. Al toro:

 

P.- ¿Cómo logra conservar esa asombrosa memoria, con todo lo que ha vivido?

R.- Cuando uno es escritor no habla del presente.

 

P.- En “Esclavos de la consigna”, casi más que en “Los círculos morados” (primer tomo de sus memorias), conviven su memoria política y su memoria literaria. ¿Cómo se han llevado esas dos facetas a lo largo del tiempo? ¿Cómo se han tolerado?

R.- Pasa lo siguiente: a veces la memoria política ha perturbado la otra. Por ejemplo, recuerdo que Neruda llegó a México a mediados de 1940. Un pintor mexicano, David Alfaro Siqueiros, había hecho un ataque armado contra la casa de Trotski para asesinarlo. Después lo tomaron preso y un mexicano llevó a la cárcel a Neruda para que conociera a Trotski y Neruda le dio una visa a Trotski para ir a Chile y lo hizo sin autorización. Y el gobierno chileno, que era el gobierno del Frente Popular, lo castigó por eso. Esta es mi memoria, funciona todavía.

 

P.- ¿Usted se dio cuenta a tiempo para no convertirse en un “esclavo de la consigna” del comunismo?

R.- Me di cuenta de lo siguiente: a los tres días de estar en La Habana vi que los intelectuales tenían un miedo impresionante. El miedo dominaba todo. No podían hablar de Fidel Castro, sino que cuando lo hacían, hacían un gesto de una barba. Todo era miedo, recelo, sospecha. Se sospechaba qué tal era agente de la policía política, qué tal otro era agente de otra cosa. A los tres días de estar allá, vi que la mitad de Chile pensaba que aquello era la panacea, que con eso se arreglaban todos los problemas de la sociedad chilena. Si eso se hacía en Chile, yo sería el primer exiliado. Y lo dije. Y no se podía decir. Pero todo el mundo era cómplice, hasta Felipe González se me acercó…Es una vieja historia”.

 

  1. Muchos intelectuales, amigos suyos, murieron siendo esclavos de esas consignas.

R.- Estaba prohibido hablar con Cabrera Infante, porque fue el primer exiliado cubano. Era un maldito. Yo no admitía esas maldiciones”.

 

P.- ¿Cómo se explica esa adhesión tan irracional a la revolución cubana, esa creencia en la utopía socialista?

R.- Porque la revolución no es una ideología, es una religión. Hay santos de esa religión, y el mundo estaba lleno de beatos de esa religión.

 

P.- En su libro recuerda la visita de Fidel Castro a Princeton. Creo que fue en abril de 1959.

R.- Sí, porque cuando triunfó la revolución, la Asociación de la Prensa Norteamericana invitó a Fidel Castro a visitar EUA. En ese momento estudiaba en la Universidad de Princeton, y me acababa de casar con Pilar.

 

P.- ¿Se transformó (Fidel), con los años, en un monstruoso dictador o de casta le venía al galgo, que decimos en España?

R.- Tenía un espíritu autoritario, dominante. Era hijo de un cubano español, gallego, que tenía muchas tierras, y de niño su padre lo dominaba todo, no pasaba nada sin que él lo supiera. Él aplicó esa experiencia infantil de poder y de dominio a la isla de Cuba. En eso se equivocó, porque no se puede gobernar una isla de esa manera. A mí me hacía pensar en Sancho Panza. (Y, a mí, BGS, me hace pensar que no el que no “es hijo”, “es nieto”).

 

P.- ¿Por qué?

R.- Por la ínsula Barataria.

 

P.- ¿Qué piensa de la situación que ahora vive Cuba? (Esta pregunta se hizo hace cinco años, y la vida en la isla es peor ahora en 2023).

R.- En el fondo, las primeras medidas de Raúl iban orientadas a crear una sociedad de mercado, a que un cubano con su dinero pudiera comprar un coche, ir a un hotel, hacer un viaje; medidas de acercamiento a una economía de mercado que hizo con mucha prudencia, porque Fidel, desde su rincón, lo frenaba a la larga, hay que tener paciencia, porque creo que Cuba va a cambiar”.

 

Eso creía Jorge Edward, pero la realidad se impone. Cuba no cambia, solo busca algún gobierno de “izquierda” que lo continúe patrocinando, como lo ha encontrado ahora en México. Aquí, la 4T condecora a los dictadores. No sería ninguna sorpresa que en breve Daniel Ortega también reciba su Águila azteca, en reconocimiento a sus medidas dictatoriales. Así son las cosas.

 

Al final de la entrevista, Jorge Edwards declaró que esperaba tener una vejez razonable, porque le gustaba mucho la vida. Y si llegara el diablo, dijo con socarronería, y le propusiera un pacto de supervivencia, lo firmaría. En suma, reconoció que a lo largo de su vida hizo muchas rupturas y que a lo mejor se había equivocado. Era posible que había terminado convertido en un viejo conservador, y que tenía un respeto por viejas cosas, como nos pasa a muchos octogenarios.

 

Buen viaje Jorge Edwards Valdés. Gracias por Persona non grata. VALE.

CULTURA

Núm. 293 – Abril 2024