Revista Personae

LA VIDA DE CARLOTA AMALIA

Después del Imperio Mexicano

1867-1927

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México, a semejanza de todas las naciones, tiene su propia historia que lo diferencia, para bien o para mal, del resto del mundo. Ninguna se parece a otra, por más influencia que haya recibido de los pueblos originarios o de otros que los hayan conquistado, generalmente a la fuerza. Los anales siempre son distintos, no podrían ser de otra manera. De acuerdo a la importancia sociopolítica, militar, económica de cada pueblo, así son las ínfulas por manifestarse único, exclusivo. A estas alturas de la historia esas pretensiones son ridículas, aunque de “haberlas, haylas”, se dice en Galicia, al hablar de las meigas (brujas), o en México, de que “las hay, las hay”. Por el momento, en este país se impone, a fuerza de infundios y parloteo, el chachalaco tabasqueño en sus mañaneras. Aún no se “cansa el ganso”.

 

Por cuestiones del destino, México vive una etapa política sui géneris, que no coincide exactamente con lo que algunos quisieran que fuera. El actual momento mexicano es algo distinto de lo que pudo ser, que podría concentrarse en lo siguiente: “decidió revestir su poder autocrático y personal con la apariencia de un mínimo de democracia sui géneris”. Por decir algo, nuestro personaje de referencia es estrafalario, que se ha situado en el linde de la cordura, gracias al millonario voto de unas elecciones que en su momento se calificaron de ejemplares, aunque también fue millonario el resto de los votantes que no lo hizo a su favor. Pero, al paso que va, la administración de marras se hundirá en el fracaso, desembocará en un océano de burlas, como centro del hazmerreir popular. Nada es para siempre.

 

Solo el tiempo dirá la última palabra. Al fin y al cabo, la historia de México es una serie muy larga de altibajos, más lo segundo que lo primero, que ha demostrado, una y otra vez, que el pueblo mexicano cuenta con tales atributos que lo hacen sobrevivir sobre calamidades de todo tipo, especialmente políticas.

 

En los últimos días, el personaje central de la más reciente tragicomedia mexicana se ha desempeñado como un merolico de antología, al que cualquier estupidez la considera como “genial acto de gobierno”, a nivel nacional o internacional. Lo mismo le da, el pinto que el colorado. Trátese de embajadores, cónsules generales, empresarios, funcionarios públicos o privados, pero, sin mostrar respeto por nadie. Llámese Panamá o España. Y busca alianzas con “próceres” cubanos, venezolanos, nicaragüenses, bolivianos, peruanos, y similares.

 

Muchos analistas nacionales y no pocos extranjeros recomiendan que sería conveniente que un psiquiatra de prestigio diera consulta al residente de Palacio Nacional. Ya preocupa, a propios y extraños, la forma de actuar del fundador de la Cuarta Transformación. Varias de sus últimas decisiones demuestran falta de cordura y algo más. Tratarlo a tiempo sería lo oportuno. No hay que olvidar que entre la locura y la cordura no hay más que un hilo muy delgado.

 

Este exordio viene a cuento por un libro de apenas 251 páginas que todos los mexicanos deberíamos leer. El volumen apareció en el mes de julio de 2019 e inexplicablemente me pasó inadvertido. Extraño, pero así sucedió. El autor no es un escritor improvisado, pues su obra ha sido traducida al inglés, portugués y ucraniano, idioma que hoy por hoy aparece mucho en los medios de comunicación, por una posible invasión rusa que ojalá no se lleve a cabo. Gustavo Vázquez Lozano, nació en Aguascalientes en 1969. Aparte de ser traductor se desempeña como catedrático de escritura creativa. Varias de sus obras son de carácter histórico y biográfico, y su novela La estrella del sur es texto de lectura seleccionado para los estudiantes de español en la Universidad de Moscú.

 

La vida de Carlota Amalia

 

Vázquez Lozano es el autor de 60 años de soledad. La vida de Carlota después del Imperio Mexicano (1867-1927). Editorial Grijalbo. Penguin Random House Grupo Editorial, México, julio 2019. $269.00.

 

De muchas de las historias que cuentan el devenir de este país digno de mejor suerte —al que mucho enfebrecidos historiadores han llegado a considerar una cornucopia de la abundancia—, hay una que merece la pena no solo conocerla sino analizarla y tratar de entenderla en muchas de sus facetas. Esa historia versa sobre la que fue la primera princesa de Bélgica, virreina de Lombardía-Venecia y emperatriz de México, María Carlota Amalia Augusta Victoria Clementina Leopoldina de Sajonia-Coburgo-Gotha y Orléans (1841-1927), mejor conocida como la emperatriz Carlota cuyo fallecimiento, en enero de 1927, significó su regreso a las primeras planas de los periódicos de todo el mundo, después de 60 años de olvido. La vida de esta mujer fue como un “viento que trajo rumores de un continente lejano, la Europa ya cristalizada del imperio austrohúngaro, la Inglaterra victoriana y el imperio napoleónico, el barro pegajoso de las trincheras de la Primera Guerra Mundial”. Sangrienta contienda que fue una absurda carnicería que preparó el camino para la II Guerra Mundial que en esencia marcó el derrotero del planeta que vive bajo el embate de la pandemia en la segunda década del siglo XXI.

 

La mujer de los siete nombres y de los cuatro rimbombantes y aristocráticos apellidos pasó de un cuento de hadas —si así se le puede llamar a su insensata aventura imperial en compañía de Maximiliano de Habsburgo—, a un infierno. 60 años de soledad es la historia de ese infierno. La emperatriz Carlota volvería a ser princesa después del fusilamiento de su imperial marido en el Cerro de las Campanas, en Querétaro. Cuando tenía 16 años de edad, su progenitor, Leopoldo I de Bélgica escribió: “Yo pienso que va a ser la princesa más bonita de Europa. ¡Si tan sólo eso le trajera la felicidad!”. La realidad fue muy diferente, la consentida de su padre se convirtió en una paria de las monarquías europeas y pasó sesenta años en la locura.

 

Dice Vázquez Lozano que “la mayor desgracia de Carlota Amalia no fueron las balas que mataron a Maximiliano ni la caída del imperio mexicano. Su verdadero calvario fue no haber estado desconectada de la realidad, sino dolorosamente consciente de lo que ocurría a su alrededor y lo que estaban haciendo con ella y su dinero, sobre todo el verdadero loco de la familia: su hermano Leopoldo II”. (Como breviario cultural al respecto, debe leer el libro El fantasma del rey Leopoldo. Una historia de codicia, terror y heroísmo en el África colonial, excelente obra de Adam Hochschild).

 

60 años de soledad es la primera obra que ahonda en las seis décadas que Carlota de Sajonia-Coburgo-Gotha y Orléans vivió después de que se derrumbara el Segundo Imperio Mexicano. Vázquez Lozano ofrece un estudio cabal de uno de los personajes más apasionantes de la vida de este país. Para su trabajo, Vázquez buscó los diarios de los médicos que trataron a la emperatriz, los documentos de Adrien Goffinet (administrador de los bienes de Carlota), así como a personas que conocieron a los testigos de aquellos años, los archivos reales, las cartas de la servidumbre, las bitácoras de viajeros y la prensa europea de la época. El escritor guanajuatense trata de revelar cómo fue que la “princesa más triste del mundo” terminó convertida en un peón. Y, cómo, de las ruinas del México de la corta “corte de Maximiliano”, surgió el imperio privado del rey Leopoldo II en el Congo. 

 

En la primera parte del libro hay un capítulo titulado “Creo que esta noche tendremos un temblor”: Carlota en México, que en lo particular creo que la emperatriz captó la esencia de nuestro país: México ha sobrevivido a lo largo de su historia entre sismos de todos los grados, hasta el presente. Siempre en espera del temblor que destruya más que los anteriores. Eso referido a los fenómenos naturales como a las locuras y excesos de los presidentes que luchan por “primero los pobres”, siendo que es lo que menos les interesa.

 

Vázquez Lozano explica tanto el capítulo referido como el propósito del libro en general: “El título de este capítulo se refiere a una carta que Carlota escribió a Maximiliano el 9 de octubre de 1864 comunicándole su sospecha de que el subsuelo de la Ciudad de México volvería a agitarse. (Nota Bene.-Aproximadamente Carlota le escribió a Maximiliano 300 cartas durante el Imperio, y muchas de ellas cuando ya la Corte no existía, en plena locura, BGS). Días antes se había registrado un temblor que causó mucho daño en Puebla, Orizaba y la capital. “Por poco sucumbimos”, contó a su marido, que en ese momento se hallaba en gira en León. Al final no sería un terremoto tectónico, sino político y militar, el que reduciría a escombros los planes imperiales, aplastaría a ambos y cobraría la vida de uno de ellos”.

 

La vida de Carlota Amalia

 

“La pareja estuvo —agrega el escritor—. al frente del gobierno y en control  de la mayor parte del país (en términos de población) entre 1864 y 1866. Maximiliano se quedó solo el último año, 1867. Pero esta no es otra historia sobre el Segundo Imperio, del cual se ha escrito exhaustivamente, sino sobre la suerte de Carlota después de México. A esos larguísimos sesenta años que pasó en Europa, los historiadores dedican apenas una nota al pie, o cuando mucho un par de páginas. La mayor parte de este libro tiene que ver con esos años perdidos, pero para arrojar luz sobre las palabras y las decisiones de Carlota en la tercera etapa de su vida, es necesario echar un vistazo a sus años en México. Sólo viendo a la Carlota de la madurez como consecuencia de la que fue emperatriz, es posible formular las inquietantes preguntas de las últimas páginas y entender a la mujer cuya historia, a diferencia de la de Maximiliano, no terminó en el Cerro de las Campanas”.

 

Muchos pasajes del libro impresionan al lector. Para terminar esta EX LIBRIS, transcribo el segundo párrafo de la página 188. Ni más ni menos, el resto debe leerse con interés. Algo se aprenderá de tantos capítulos de la historia que ha vivido México.

 

“No es incomprensible que Leopoldo II quisiera mantener a su hermana alejada de la familia. En mayo compró el castillo de Bouchout al conde de Beauffort, una edificación de estilo gótico construida en el siglo XII, destruida varias veces y restaurada después de la Revolución Francesa en 1832. El pequeño palacio estaba en medio de un bosque de árboles centenarios y la casa ubicada en un patio interior rodeado de muros llenos de torres, como en un cuento de hadas. El 5 de abril de 1879 Carlota partió a la que sería su última casa. Leopoldo no volvió a visitarla, aunque sí sus sobrinas adolescentes, Estefanía y Clementina, que en ese momento tenían quince y siete años. En su autobiografía, su sobrina Estefanía, convertida en archiduquesa de Austria por matrimonio, mencionó que en una visita a su tía, todavía esbelta y guapa, a excepción de su increíble palidez, se agachó para besarle la mano, pero ésta la puso de pie, la besó y la abrazó. “¿Vienes llegando de Austria, querida niña? ¿Cómo está el buen emperador?”, preguntó. Y sin dejarla contestar, la tomó de la mano y la llevó frente a un óleo de Maximiliano. Hizo una reverencia y dijo: “A éste lo asesinaron”.

 

Cuando murió Carlota, en el invierno de 1927, el frío en el norte de Europa fue particularmente crudo. VALE.

CULTURA

Núm. 293 – Abril 2024