EL MENSAJE DEL ROPERO
- MISCELÁNEO
- diciembre 2021
- Karla Aparicio
- Crédito imágenes: Susana Casillas
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Mi prima Gloria murió de un infarto fulminante a los 48 años. La encontraron en el piso de su baño una mañana. Yo ya lo veía venir, juro que un día hasta dije, con tu perdón prima, que te nos ibas a adelantar, y no pasó mucho tiempo hasta que sucedió. Se le veía cansada, tanto, que prefirió desconectarse de este plano mucho antes de morir. Su diagnóstico: Esquizofrenia.
La esquizofrenia es un trastorno mental grave que afecta a más de 21 millones de personas en todo el mundo. Esta afecta la capacidad de una persona para pensar, sentir y comportarse de manera lúcida. Se desconoce su causa exacta, pero es posible que tenga que ver con una combinación de factores genéticos y ambientales y de la alteración de las sustancias químicas del cerebro.
La esquizofrenia se caracteriza por pensamientos o experiencias que parecen estar desconectados de la realidad, habla o comportamiento desorganizados y disminución de la participación en las actividades cotidianas. También pueden presentarse dificultades en la concentración y la memoria. El tratamiento suele ser de por vida e incluye una combinación de medicamentos, psicoterapia y acompañamiento en grupos de ayuda. Si bien el tratamiento puede ayudar, lamentablemente, esta enfermedad no tiene cura.
Creo que su desconección comenzó cuando mi prima se enteró en el colegio por sus mismas compañeras que era adoptada. Una de ellas era la hija de unos amigos muy íntimos de mis tíos, quienes conocían perfectamente la procedencia de Gloria, y fue por ahí por donde se filtró la información. Cuando lo supo, todo cambió, fue como si su mente y corazón hubiesen estallado como un cristal.
Imagino el tremendo sufrimiento de Gloria, pero de su boca no salió nunca ni una palabra sobre el tema, aunque lo gritaba en silencio. Sus papás jamás lo notaron. Hubo un cambio muy marcado en su conducta y en su físico: engordó exageradamente y, tristemente, el inocente pero cruel bullying en la escuela aumentó, porque para esos niños no solo era la niña gorda adoptada, desde siempre llevaba una trenza que le llegaba hasta las pompis, y, por si fuera poco, tenía un vello exagerado en piernas, brazos y bigote. Nunca pude entender por qué mi tía no le cortaba el cabello o la llevaba a depilar. ¡Por Dios! ¿Por qué no hacían nada al respecto? Gloria era hija única y sus padres eran mayores, y posiblemente nunca se involucraron demasiado en lo que le sucedía en la escuela.
Gloria era una niña brillante en calificaciones, podríamos decir que superdotada, y no le faltaba nada material, es más, le sobraba. Tenía todos los juguetes: los nuevos, los viejos y los importados; su cuarto era un paraíso, pero no la dejaban disfrutarlos, ya que su educación fue muy exigente. Además, tocaba piano hermoso, y era súper hábil para hacer perfectos personajes miniaturas en plastilina.
Su sufrimiento constante la encerró en su casa, donde fingía que no pasaba nada. Se fue aislando poco a poco de todas las interacciones sociales, tanto que, a pesar de ser una alumna brillante, ya ni siquiera pudo terminar la secundaria. Se fue marchitando, fue despegando los pies de la tierra, como si hubiera perdido contacto con la realidad, ¡se desconecto! Sus desórdenes alimenticios comenzaron a profundizarse, escuchaba voces, se rapaba la cabeza y cejas, y dejó de querer bañarse. También arañaba las paredes y los muebles, tal vez, como forma de pedir auxilio. La gente decía que se había vuelto loca, pero nadie entendía su infierno. Nadie creyó en esas voces, ni abrazó sus miedos. Nadie le dijo que todo estaría bien.
Esta trágica y estremecedora historia tiene una segunda parte queridos lectores. Cuando mi prima murió, me donaron un bellísimo ropero que le había pertenecido. Llegó a mi casa y yo, gustosa, le busqué un muy buen lugar, y acomodé en sus cajones perfectos de madera fina objetos personales, entre ellos, dos alteros de las películas en CDs (esto que les cuento fue antes de la era de Netflix). El ropero, además de ser de esos muebles finísimos, tenía una particularidad: arañazos en las puertas, que casi tenían voz, y al verlos, casi se escuchaban los gritos de silencio de las penas de Gloria. Confieso que sí se veía medio espeluznante. De alguna manera significaban la agonía de mi prima.
Ese domingo, todo quedó perfecto y muy bien acomodadito. Salí a comer fuera y regresé a casa ya de noche, y al pasar por donde estaba el ropero, no lo van a creer, ¡quedé estupefacta, paralizada! Las puertas del mueble estaban abiertas de par en par, y todas las películas en el suelo, pero ordenadas una tras otra, como piezas de dominó, formando un caminito, con curva y todo, al inicio de la escalera. ¡Juro que nunca había vivido algo así! Sentí una energía muy fea, como la presencia de alguien, no sé cómo explicarlo… El susto fue tal que no paré de correr hasta llegar a mi habitación. ¡No podía creerlo! No sabía qué hacer.
Le llamé a mi amiga Chely, que trabaja con la energía y esos temas. Les confieso que soy medio escéptica, pero en ese momento no entendía nada y fue lo único que se me ocurrió hacer. Le expliqué lo sucedido, y me dijo: “¡Tranquila Karla! porque tienes que salir y ver qué es lo que te quiere decir tu prima”. “¡Cómo crees que voy a salir si muero de miedo!” le dije. Más ella continuó: “¡Así es la vida! Sal y ve la última película, la que está al inicio de la escalera, y dime cuál es”. Me armé de valor, me acerqué a la escena, y cuál creen que era la última película: ¡“Mamá” de Guillermo del Toro! Es un thriller sobrenatural, escalofriante; si la vieron recordarán que es la historia de dos niñas que desaparecen en el bosque el mismo día en que su madre es asesinada.
Volví a llamar a Chely, y me dijo: “Karla, es un mensaje de tu prima, quiere ayuda, mañana voy para armonizar el lugar.” Al día siguiente vino a casa, se puso la piel chinita, y me dijo que Gloria, de alguna manera, estaba haciéndose presente en mi casa, y para estar en armonía, todos teníamos que darle la bienvenida. Le dije que estaba feliz con su presencia, si ella quería estar aquí o si quería partir estaba bien, lo único que importaba es que estuviera en paz. No sé si Gloria siga por aquí, quizá sí, o quizá no, pero el mueble sigue abriendo las puertas sin permiso.
Les cuento esta conmovedora historia para reflexionar juntos sobre qué hubiera sido de Gloria si sus padres hubieran hablado con ella, si hubieran sido ellos los encargados de contarle que era adoptada (cabe mencionar que el secreto quedó atrapado entre su esquizofrenia, el alzheimer de mi tía y la muerte del tío). ¿Qué hubiera sido si se hubiera intentado hacer de su adopción algo sobre lo que se pudiera hablar libre y abiertamente, en vez de un secreto a voces, cargado de connotaciones negativas y gritos silenciosos de socorro? ¿Qué hubiera pasado si se hubiera detectado y aceptado su trastorno a tiempo y se le hubiera tratado? ¿Quizá Gloria seguiría con nosotros? No lo sé, pero de lo que sí estoy segura ex que hubiera sido menos doloroso para ella. Porque las personas con esquizofrenia que cuentan con el apoyo y tolerancia de familiares, amigos y las personas que le rodean, consiguen reinsertarse a la vida familiar y laboral.
Lamentablemente, existe una muy alta tendencia por parte de las familias de negación y sentimientos de vergüenza que prefieren aislarse. Entre todos tenemos la oportunidad de informarnos y actuar, para ayudar a borrar el estigma y la discriminación en la enfermedad mental.
Donde estés, querida prima, aquí en casa o en el arcoiris, pedimos tu indulto como sociedad, a ti y a todos los que sufren de esquizofrenia, por el estigma, la indiferencia y el miedo de los seres que nos hacemos llamar “normales” y fingimos que no pasa nada, y no solo los excluimos, también los escondemos, y los llamamos “locos”.