LA IGNOTA LOTERÍA NEGRA
- REPORTE POLÍTICO
- julio 2020
- Juan Danell
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Y ahí va el pueblo trabajador lleno de necesidad, con la ignorancia a cuestas y una carga histórica de apatía hacia la realidad por la misma razón. Algunos esconden en su andar el temor al fantasma tácito del momento que transita con descaro por calles, plazas y corrillos sin distingo, invisible, letal cuando se encuentran de lleno con él.
En el silencio de su andar piensan y le dan vueltas y vueltas de cómo resolver la urgencia de regresar a sus hogares con lo más que puedan para el abasto diario, alimentos cada vez más caros con el paso de los días pandémicos, que en la advertencia de guardar lo que han llamado los gobernantes de todo el mundo como “sana distancia”, esa que establece un metro y medio de espacio entre personas para protegerse de contagios, y que exige un área de nueve metros cuadrados por transeúnte para cumplir con tan ambicioso propósito del conservar la salud íntegra, conlleva el mayor imposible.
Y ahí están amontonados, omisos a las recomendaciones, en espera del transporte que los habrá de llevar al destino de siempre para obtener un exinanido salario. Otros, escépticos caminan armados con la valentía imprudente del nocierto, de la ensalzada locura del no pasa nada, así lo repiten para sus adentros y en las cortas conversaciones de transeúntes para convencerse a sí mismos; pero todos llevan clavada la zozobra, como daga fraguada en la incertidumbre de que una Lotería Negra gratuita y funesta camina a su lado paso a paso, asida como espectro de leyendas añejas, hoy tan cercanas a sus vidas y hermanadas con la muerte, como la mentira que les sopla constante en el oído que son inmaculados por ser pobres y por conformar, sin saberlo bien a bien, el pueblo bueno: así se los repite todas las mañanas el megáfono de la ignominia.
Consignados a una falacia sanitaria desatienden las elementales medidas y recomendaciones que los pudieran proteger y hasta salvar de adquirir un cachito o una serie completa de la indeseada rifa mortal por su agazapada transmisión, invisible, pero certera como flecha en espera del blanco imprudente, de aquél que relaja la disciplina. Nadie sabe dónde está, nadie sabe con quién o en quién va. Y, precisamente por eso mismo, las advertencias para no jugar tan siniestro albur, es mantener algo que la sátira del pópulo tradujo como Susana Distancia.
La razón para que se guarde la longitud recomendada es que el siniestro premio mayor de la Lotería Negra, cristalizado en un virus cuyo nombre de promoción es COVID-19 importado de oriente y difundido en todo el mundo, que afirman apareció en la ciudad de Wuhan, China, y también es conocido como coronavirus, lleva al infortunado adquiriente a nutrir el reino de los muertos.
Para darle la efectividad deseada a la sana distancia, los protocolos mundiales dictados por los organismos internacionales de la salud exigen del uso de cubrebocas específicos (N95) que cuestan más de cien pesos cada uno y sirven para un solo día, además de la aplicación constante en las manos de gel que tenga una concentración mínima de 75% de alcohol y que en el mercado tiene un costo de 45 a 60 pesos la presentación de 50 ml, suficiente para un par de días.
Esas son las medidas fundamentales previstas para darle la vuelta a la Lotería Negra aun encontrándosela frente a frente. Una inversión promedio diaria de 150 pesos por persona que se traduce en 1.2 salarios mínimos. Visto así, al menos 12 y medio millones de mexicanos no pueden cumplir con esos requisitos, puesto que conforme a la información del Inegi, ese número de personas gana un salario mínimo. Y para otros 18 millones más de trabajadores la situación es muy complicada porque sus ingresos son de hasta dos salarios mínimos.
En cuanto a cumplir con la sana distancia, sólo en la capital del país, se necesitan 49.5 millones de metros cuadrados de banquetas, para que los ciudadanos transiten en cumplimiento con dicha norma, calculado esto con base en el número de personas que utilizan diariamente el transporte público y requieren de las calles para acceder a éste, que por cierto, de acuerdo al Plan Estratégico de Movilidad de la Ciudad de México (PEMCM), dicho medio de movilidad es utilizado por la población de más bajos ingresos, y presenta enormes rezagos de eficiencia, que originan la pérdida de alrededor de 20 millones de horas-hombre-trabajo diariamente.
En el documento se precisa que “el transporte público operado por el gobierno de la Ciudad de México ofrece un servicio deficiente e insuficiente para la población, que afecta a la mayoría de las personas, especialmente a los sectores de menores ingresos que viven en zonas periféricas. Por un lado, el Metro, tren ligero, trolebuses y el servicio de la Red de Transporte de Pasajeros (RTP), operados por el gobierno de la Ciudad de México, padecen de fallas que afectan al 29% de los viajes de la metrópolis, resultado de la poca inversión en mantenimiento e infraestructura en los últimos años.
“El Sistema Transporte Colectivo Metro estima que 101 trenes, correspondientes al 27% del total de la flota, están fuera de operación, a la vez que sus fallas operacionales, que tan solo en 2017 llegaron a 22,195 son cada vez más continuas. El Sistema de Transportes Eléctricos (STE) tiene una crisis más aguda. Sus 300 trolebuses superan los 20 años de vida útil, mientras su parque vehicular se ha reducido en 12% desde 2017 y del restante sólo el 63% se encuentra en operación. A su vez, un tercio de los trenes ligeros se encuentra fuera de operación por distintos motivos. En el sistema de autobuses RTP el panorama no es distinto: si bien adquirió unidades nuevas en los últimos dos años, el 27% de su flota de servicio público se encuentra fuera de operación. Sólo Metrobús escapa a esta situación, ya que ha recibido inversión para su crecimiento, aunque presenta importantes problemas de saturación en estaciones y autobuses que aumentan los tiempos de espera y reducen significativamente la calidad de los viajes.
“A lo anterior hay que sumar el transporte concesionado, que traslada el 67% de los pasajeros de la ciudad y el 82% de los de la metrópolis, y que opera sin planeación formal o una flota adecuada. Por el contrario: es insegura, contaminante y ha superado por mucho su vida útil, todo lo cual se traduce en una baja calidad en el servicio.”
A esta situación hay que agregar la información que precisa las capacidades en número de pasajeros que tienen estos medios de transporte conforme a los datos que emite el Metro: los trenes con 9 vagones tienen un cupo de 1,530 personas, de las que 360 pueden viajar sentadas y 1,170 de pie; todas, hombro con hombro. Las dimensiones de esos vehículos son de 3.60 metros de altura, 2.50 metros ancho exterior y 17.18 metros de longitud cada carro: 147.62 metros cada tren con nueve vagones.
En el caso del Metrobús, La flota se conforma de 660 autobuses con estas características: los más pequeños son de 12 metros de largo con capacidad para 100 personas, les siguen en tamaño (articulados) los de 18 metros de largo y un cupo de 160 personas, y los más grandes (biarticulados) tienen 24 metros de largo y cupo para 240 personas, y al igual que en el metro los pasajeros viajan hombro con hombro. El resto del transporte público está peor por la pésima calidad de sus vehículos.
El tema aquí es cómo mantener la sana distancia de metro y medio lineal, que en realidad requiere una superficie de nueve metros cuadrados por persona, sobre todo en las horas pico. Para lograrlo se necesita aumentar el número de vagones y autobuses en al menos 16 veces de la actual flotilla y ampliar las estaciones de abordaje en la misma proporción, así como acabar con las horas pico que es cuando se aglomera el pasaje, tal vez con horarios escalonados en la entrada y salida de los trabajadores y empleados. Es aquí donde la Lotería Negra tiene su mayor oportunidad de ser adquirida con la enorme gratuidad con la que apareció y se sigue ofertando en todos los ámbitos y estratos sociales. Claro, el pueblo trabajador, por la ya expuesto es el más sensible de ganarse ese fatal premio mayor.