EX LIBRIS
Concepción Company Company
- EXLIBRIS
- octubre 2021
- Bernardo González
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Dice una pancarta blandida
en el zócalo de la CdeMex:
“España no nos conquistó”;
el texto está escrito en español
Qué bueno que corran aires nacionalistas: se respira mejor y ¿se pensará mejor? Eso es otro asunto. Cuando la voz populista se sobrepone en cualquier sociedad, el ambiente se enrarece; la voz de mando se impone al razonamiento: “Venceréis pero no convenceréis”, frase atribuida a don Miguel de Unamuno en la discutida conferencia en el paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936, en la que también, supuestamente el general José Millán Astray dijo: “¡Mueran los intelectuales! ¡Muera la inteligencia!” Ciertas o no, ambas frases ya pasaron a la historia del idioma español como el mayor desencuentro entre el razonamiento y el autoritarismo. Lo que obliga a citar, la no menos comentada frase del actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador: “¡Al diablo las instituciones!”.
Estas consideraciones obedecen a la aparición del nuevo libro de la lingüista hispano-mexicana, Concepción Company Company, investigadora y catedrática de El Colegio Nacional y de la Academia Mexicana de la Lengua, que ocupa el sillón que tuvo durante muchos años el escritor veracruzano Rubén Bonifaz Nuño, que dirigió por décadas la histórica Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana, primera colección bilingüe de autores grecolatinos en el mundo de habla hispana. Soberbia, cada uno de sus volúmenes es invaluable.
Al presentar su libro, El Español de América: de lengua de conquista a lengua patrimonial, Company delinea las paradojas del idioma que hablan los mexicanos del siglo XXI: por lo general, dice, no se aprende una lengua por gusto, sino por necesidad. Mejor explicación lingüística para lo que nació hace quinientos años en México, es difícil encontrar. Asimismo, agrega la investigadora, garantizar que los hablantes de lenguas indígenas puedan gestionar su vida a través de su lengua es apremiante y es una obligación de Estado.
En este libro, una joya del idioma en que nos comunicamos alrededor de 500 millones de personas, Concepción Company ofrece una profunda revisión histórica sobre los primeros contactos del español con las lenguas nativas de la región y las impresiones de los cronistas españoles ante una nueva manera de asimilar el mundo, darle nombre y comunicarlo.
Amante del universo lingüístico, doña Concepción asegura que la lengua, las lenguas, conforman un patrimonio un tanto abandonado y mal comprendido, amén de esperar que la reflexión sobre el delicado tema vaya más allá de lo político, a fin de comprender no solo su valor, sino su trascendencia, como le asegura a Jesús Alejo Santiago en una excelente entrevista con motivo de su último libro El español de América, editado por El Colegio Nacional.
Company sabe de lo que habla, no improvisa ni divaga, por lo que explica: “Igual que se cuidan las pirámides de Teotihuacan y la Calzada de los Muertos, hay que proteger un patrimonio que es esencial e inmaterial, como la lengua. En el caso de México las muchas lenguas y para cuidarlo hay que meterle dinero y construir con esas lenguas; eso está bastante abandonado”.
«En el caso del idioma español —dice—, hay que hacer una reflexión que vaya más allá de la política. La cultura, la ciencia, la gestión legal, la medicina, la vida cotidiana, fluye, desde hace centurias, en lengua española. Eso no se puede negar, como tampoco que empezó como lengua de conquista». Tratar de mistificar este hecho histórico, o por lo menos pretender ocultarlo tras una neblina orizabeña, xalapeña, o de las cumbres de Maltrata o de las cumbres de Aquila, en las montañas veracruzanas, no solo sería una estupidez sino una locura, propio de una «imaginación» tropicalizada, típica de los que siempre tratan de jugar con otros datos u otros dados.
El arribo del exquisito volumen titulado El español en América: de lengua de conquista a lengua patrimonial —dentro de la colección Opúsculos, un volumen de 145 páginas, primera edición 2021, El Colegio Nacional—, hizo que Concepción Company Company asegurara que si bien hay un discurso en el sentido de que fuimos conquistados, hay que entenderlo y analizarlo con la cabeza fría después de medio milenio de historia: «Si usted dice que fueron 500 años de resistencia, hay que decirlo en otras lenguas»: en el zócalo apareció una pancarta gigante: ‘No fuimos conquistados’ (obviamente por España), solo que el «no fuimos conquistados» está escrito en español, y algunos charlatanes empoderados no se han percatado que sus arengas las dicen en español. ¡Bendito sea el señor!…
En esencia, El español en América “pasó de ser una lengua de conquista a una lengua patrimonial, mestizada y enriquecida, que se constituye hoy en el patrimonio inherente y esencial de casi quinientos millones de hispanoamericanos nativos”. Company Company explica: “En condiciones exógenas normales es imposible establecer cuándo se crea una lengua. En condiciones de conquista, sin embargo, como fue el caso del español arribado a América, es posible datar el inicio de una lengua. El español de este continente inició en la segunda semana del mes de octubre de 1492, a partir de que Cristóbal Colón y sus hombres tocaran tierra en una de las islas de las Antillas, en el Mar Caribe —muy posiblemente la isla Guanahaní, en el actual archipiélago de las Bahamas, llamada por Colón San Salvador—, y tuvieron los primeros contactos con los pobladores naturales de este continente”. Es decir, todo comenzó hace 529 años.
“Ese contacto inicial dio lugar a un proceso complejísimo, gradual y no lineal, mediante el cual se gestaron las muchas identidades lingüísticas actuales del español en América…”, nada más, nada menos. Hay muchas mentes obtusas que no lo entienden y pretenden poner de cabeza lo que empezó a estar de pie hace más de medio milenio.
A lo qué hay que agregar “Koineizaciones sucesivas o nivelaciones interlinguísticas”. Explica Company: “Koineización es un término técnico, formado a partir del griego koiné, que quiere decir “común”, “unido”. Con él se significa que el español llegado a América es resultado de una mezcla y retroalimentación de dialectos peninsulares y de lenguas diversas, cuyos hablantes tuvieron que convivir en estrechas y difíciles condiciones para llegar a este continente y de manera natural intercambiaron formas y expresiones, y generaron una lengua nivelada común a todos ellos”.
El proceso continúa: “La variación sincrónica y diacrónica, y la diferenciación dialectal, consustanciales al funcionamiento de toda lengua, se hacen, en efecto, más acusadas cuando se trata de la lengua común a 19 países hispanoamericanos, que abarca una extensión territorial de algo más de 12 millones de kilómetros cuadrados —extensión que no incluye, claro está, ninguno de los actuales países americanos no hispanohablante—, que cubre una longitud en línea recta de poco más de 11,700 kilómetros —desde el río Bravo, en la frontera de México y Estados Unidos, hasta la Tierra del Fuego, en Argentina—…y que supera los 500 años de profundidad histórica. Tal es el caso de la lengua española en América. De hecho, tal extensión territorial americana convierte el español en la única lengua del mundo cuyos hablantes nativos pueden moverse caminando de manera ininterrumpida y comunicarse en una misma lengua, un mismo patrimonio esencial, por tanto, en la mayor vastedad geográfica del planeta”.
No debería decirlo, pero lo hago, sin ánimo de emular a ningún merolico empoderado: “Tengan para que aprendan”.
Así, “la suma de contactos, nivelaciones y transformaciones internas de la lengua española en América produjo un gran cambio, cultural y conceptual, mediante el cual el español pasó de ser la inicial lengua de conquista a la posterior lengua patrimonial de casi quinientos millones de hispanohablantes nacidos en América, quienes, desde hace muchas generaciones, tienen el español como lengua materna y como única herramienta de comunicación cotidiana”. Esto es hacer cultura, historia para siempre. Y no se digan más tonterías.
Para imponer mayor control sobre los territorios americanos —que formaban parte del imperio “donde no se ponía el sol”—, y para centralizar el poder administrativo desde España, Carlos III emitió unas leyes conocidas como reformas borbónicas, traídas y puestas en vigor para México por el virrey Gálvez, poco antes de 1760. Por cierto, estas leyes fueron desafortunadas para la monarquía española, pero afortunadas para la identidad y autonomía de la lengua española en América… La respuesta novohispana a las leyes borbónicas de “se acata pero no se cumple”, se aplica perfectamente a la lengua porque, junto a la progresiva independización económica, política y administrativa respecto de la Corona Española que venía produciéndose, los hablantes americanos, en este caso los mexicanos, tomaron plena conciencia de ser distintos del otro y de los otros.
De tal suerte, analiza la autora, “es innegable que existe, así sea en un nivel bastante abstracto, un español general, que permite a los 500 millones de hispanohablantes comunicarse sin demasiadas dificultades a uno y otro lado del Atlántico y, en el continente americano, desde el río Bravo hasta la Tierra del Fuego, además de, una buena parte de Estados Unidos… Asimismo, los millones de hispanohablantes nativos compartimos decenas de miles de vocablos y cientos de patrones gramaticales. Ese vocabulario y gramática comunes hacen posible la connivencia. Es innegable, también, que hablar una sola lengua nos hace compartir una visión del mundo subyacente, ciertos modos comunes de vida y, así sea en un nivel abstracto, ciertos modos comunes de enfrentarnos a la vida y de tomar decisiones”.
En fin, como dice Company, no existe un español único, la lengua española es desde hace siglos multinormativa; es casi imposible hablar del español a secas, sin restricciones o acotamientos calificativos…La paradoja o contradicción que surge es clara: sí es posible hablar de una sola lengua española, a la vez que no es posible hablar de una sola lengua española. En esta paradoja o contradicción vive el español desde hace siglos. Indudablemente, en ella vive la mayoría de las lenguas.
Mi conclusión es, después de leer el libro de Concepción Company Company, que, por lo que respecta al idioma —nuestro medio de comunicación en todos los sentidos—, no todo lo que se hizo antes está mal, sino todo lo contrario. VALE.