UN LIBRO NECESARIO: L´UTILITÁ DELL´INUTILE
La utilidad de lo inútil. Manifiesto- EXLIBRIS
- junio 2020
- Bernardo González
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En la madrugada del lunes 11 de mayo, el joven Christopher Gabriel N., lanzó una piedra e hizo añicos el escaparate de la Librería del Fondo de Cultura Económica (FCE) ubicada en el Eje Central Lázaro Cárdenas y Venustiano Carranza, en la colonia Centro de la Ciudad de México. Ni tardo ni perezoso el jovenzuelo cogió dos volúmenes de la serie de Disney XD Gravity Falls Diario 3, del dibujante, escritor, guionista gráfico de moda, Alexander Robert Hirsch, y un ejemplar de la novela La historia interminable (Die unendliche Geschichte en su idioma original), del autor alemán de literatura infantil y fantástica Michael Ende, que en 1979 alcanzó gran éxito traduciendo su libro a 36 idiomas.
Con su botín literario en la mano Christopher quiso escapar pero la policía lo detuvo a pocos metros de la librería. Además de los libros mencionados, entre sus pertenencias se le encontró otro libro, este de la saga de Harry Potter, que como todo mundo sabe está compuesta por siete tomos que en total han publicado más de 500 millones de ejemplares, en distintos idiomas por supuesto, mismos que han hecho que la autora, Joanne Kathleen Rowling, mejor conocida como J.K. Rowling sea una de las mujeres más ricas del Reino Unido de la Gran Bretaña.
Aprehendido in fraganti Gabriel fue llevado ante el agente del Ministerio Público correspondiente que inició la carpeta de investigación del caso por robo en lugar cerrado, sin violencia. El miércoles 13 se le informó que en breve saldría libre porque el delito que se le imputa no es grave y, además, no hay parte acusadora. Posiblemente porque a la gente del FCE, dirigido por el controvertido escritor Paco Ignacio Taíbo II, no les interesa perseguir a los ladrones de libros. Tema discutible pero, ojalá los medios de comunicación informaran de otros casos semejantes y no de feminicidios, asesinatos, secuestros o de “ajuste de cuentas”, dice la policía, entre bandas de narcotraficantes y de “huachicoleo”.
Quiero pensar que Christopher Gabriel N., no es otro ladrón común y corriente, sino que al deambular por las solitarias calles del centro capitalino, se le iban los ojos al ver las llamativas portadas de los libros que quería leer, pero que no contaba con el dinero suficiente para comprarlos. No había nadie en los alrededores, y la ocasión la pintan calva. Tomó una piedra y la lanzó contra el cristal del escaparate. Pero no contó con que la “policía siempre vigila”. Todo indica que en esta ocasión el hurto le salió barato. “Buona fortuna”, dicen los italianos.
Lo interesante del caso es que el incidente no llamó la atención prácticamente de ningún periódico, excepto en el que lo leí. Como no era una fake news no interesó a los medios. Pero, haciendo memoria, recordé que a muchos jóvenes estudiantes de secundaria, de preparatoria y de la universidad, en más de una ocasión se nos ocurrió robar no uno, sino varios libros por falta de dinero. ¿A cuántos no les sacaron de la chamarra uno o dos tomos? Para su fortuna, “allá lejos y hace tiempo” hasta los libreros eran de otra condición. No recuerdo que alguno fuera entregado a la policía. Cuando mucho, les daban una severa reprimenda. Muchos jamás volvían a hacer el intento, pero otros lo repetían en varias ocasiones. El amor por los libros y las lecturas era demasiada tentación. Viejos tiempos que nunca regresarán. Y ahí es donde viene la cita.
Logan Pearsall Smith (18-10-1865-2-3-1946), el ensayista y crítico estadounidense, muy conocido por sus aforismos y epigramas, considerado una autoridad en el correcto uso del idioma inglés, en su libro Afterthoughts (Ocurrencias), escribió lo siguiente: “People say that life is the thing, but I prefer reading” (“Dicen que lo mejor es la vida, pero yo prefiero la lectura”). Y yo, a semejanza de Gustave Flaubert, elijo su consejo a su amiga mademoiselle de Chantepie: “¡Leer para vivir!”
Aunque estoy consciente de que no lograré jamás lo que el propio Flaubert escribió en su último libro, Bouvard et Pécuchet: en el que retrata a dos necios librescos que están convencidos de que, si leen todo, adquirirán, como viajeros de la página impresa, el “conocimiento absoluto del mundo”. Estoy loco, pero no tanto. Sólo el de Macuspana, aturdido en la cumbre del poder, afirma que sabe todo y que él nunca se equivoca. Toco madera. Quizás por eso, los gobiernos —hasta el de la 4a.Transformación—, “en tiempos de crisis, lo primero que recortan es el presupuesto de cultura”.
En los tiempos de la pandemia del coronavirus hacen falta libros que pueden servir de guía dentro de la crisis, que alumbren el camino en los senderos por donde transitan y callan lo que la gran mayoría silencia por desencantada desidia. Volúmenes que se conviertan en bálsamo para los desencantos críticos. Una corriente de aire. Un respiro. Y entonces aparece el delgado volumen de Nuccio Ordine, L´ utilitá dell´inutile (La utilidad de lo inútil. Manifesto). Que publica en español Acantilado, Quaderns Crema, Barcelona, 2013. La edición en mi poder es la vigésima reimpresión de 2018. Con un costo de 9.5 euros. El volumen incluye un ensayo de Abraham Flexner, traducido por Jordi Bayod.
Como presentación, unas palabras de Fernando Savater: “Algunos impenitentes agradecemos a Nuccio Ordine su manifiesto La utilidad de lo inútil, en el que repasa las opiniones de filósofos y escritores sobre la importancia de seguir tutelando en escuelas y universidades ese afán de saber y de indagar sin objetivo inmediato práctico en el que tradicionalmente se ha basado la dignitas hominis”.
Antes de entrar en materia algunos esbozos biográficos de Nuccio Ordine (Diamante, Calabria, 1958). Es profesor de Literatura Italiana en la Universidad de Calabria y autor de diversos volúmenes, algunos sobre Giordano Bruno y el Renacimiento. Es miembro del Harvard University Center for Italian Renaissance Studies y de la Fundación Alexander von Humboldt.
En un libro tan fuera de lo común como el que comentamos, tiene que ser el propio autor el que explique su propósito: “Tan solo he querido recoger, dentro de un contenedor abierto, citas y pensamientos coleccionados durante muchos años de enseñanza e investigación. Y lo he hecho con la más plena libertad, sin ninguna atadura y con la conciencia de haberme limitado a esbozar un retrato incompleto y parcial. Y como a menudo ocurre en los florilegios y las antologías, las ausencias acaban siendo más significativas que las presencias. Sabedor de estos límites, he subdivido mi ensayo en tres partes: la primera, dedicada al tema de la útil inutilidad de la literatura. La segunda, consagrada a los efectos desastrosos producidos por la lógica del beneficio en el campo de la enseñanza, la investigación y las actividades culturales en general. En la tercera parte, valiéndome de algún brillante ejemplo, he releído algunos clásicos que, en el curso de los siglos, han mostrado la carga ilusoria de la posesión y sus efectos devastadores sobre la dignitas hominis, el amor y la verdad”.
Dice Ordine que decidió incluir en su libro un ensayo de Abraham Flexner —publicado en 1937– porque este célebre científico pedagogo estadounidense presenta “un fascinante relato de la historia de algunos grandes descubrimientos, para mostrar cómo precisamente aquellas investigaciones científicas teóricas consideradas más inútiles, por estar privadas de cualquier intención práctica, han favorecido de forma inesperada aplicaciones, desde las telecomunicaciones hasta la electricidad, que después se han revelado fundamentarles para el género humano”.
En el capítulo “La útil inutilidad de la literatura”, el autor reflexiona: “Permítaseme detenerme un momento en una novela que ha hecho soñar a varias generaciones de lectores. Pienso en Cien años de soledad de Gabriel García Márquez. Quizás sea posible reencontrar en la lúcida locura de Aureliano Buendía la fecunda inutilidad de la literatura. Encerrado en el taller secreto el coronel revolucionario fabrica pescaditos de oro a cambio de monedas de oro que después se funden para producir de nuevo otros pescaditos. Círculo vicioso que no escapa a las críticas de Úrsula, a la mirada afectuosa de la madre que se preocupa por el futuro del hijo”. Gabriel escribió: “En verdad, lo que le interesaba a él (Aureliano Buendía) no era el negocio sino el trabajo”.
Sin desperdicio La utilidad de lo inútil. Hay que vivir para leer. Seguro. VALE.